lunes, 23 de mayo de 2016

La crisis ha expulsado de la clase media española a tres millones de personas


El indicador más objetivo para considerar quién es de clase media es el de la renta. Algunos analistas incluyen a todos aquellos que forman hogares con ingresos mensuales de entre 1.500 y 4.000 euros, pero a ello hay que añadir el aspecto subjetivo. De acuerdo a esta autopercepción hay encuestas que indican que hasta tres cuartas partes de la población se considera clase media. En concreto en el 2007, en pleno bum inmobiliario, el CIS constató que más del 63 % de la población se autodefinía así.
El Informe España 2014, elaborado por la Fundación Encuentro, lo resume con un elocuente título: «La quiebra de la clase media española». La crisis ha fracturado a los menguantes estratos intermedios que han retrocedido en una década desde algo más del 60 % de la población a poco más del 52 %, los citados tres millones de españoles descendidos de división social. Es lo que se conoce como movilidad social descendente, algo inédito en el capitalismo hasta la crisis, es decir, que por primera vez los hijos van a vivir peor que sus padres.
La renta media disponible de las familias se ha reducido un 20 % durante la crisis, regresando a niveles de hace una década. En el 2007 estaba en torno a 28.000 euros y cayó a los 22.000 en el 2013, mientras que en el 2003 la media era de 26.000 euros. Los descensos más acusados se han producido en los hogares con menos recursos, debido al paro, a la precarización y a la falta de oportunidades.
Junto con la movilidad social descendente, llama la atención la irrupción de otra figura desaparecida desde la revolución industrial: el trabajador pobre. El mercado laboral vuelve a activarse, pero lo hace con un modelo de empleo precario y de bajos salarios. De este modo, estamos creando una infraclase de trabajadores que, incluso con empleo, no van a ser capaces de sobrevivir solo con su trabajo. Es el precariado, que retroalimenta el fenómeno de la exclusión social o del desclasamiento hacia abajo y que se ceba con los jóvenes, que, pese a su formación, ven bloqueado el acceso a la clase media.
La última Encuesta de Condiciones de Vida confirmó que el porcentaje de población en riesgo de pobreza aumentó casi dos puntos, hasta el 22,2 % en el 2014 (analiza los ingresos del año anterior). Pero mientras que para los mayores de 65 años se situó en el 11,4 % de la población frente a casi el 22 % del 2010, para los de edades comprendidas entre 16 y 64 años pasó al 23,2 % desde el 18,6 % en el mismo período, y el porcentaje de riesgo de pobreza infantil superó el 30,1 %.
Es alarmante comprobar como la precarización laboral y sus rentas menguantes están erosionando el tramo social que financia el estado del bienestar.

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