La nueva presidenta del Santander, Ana Botín, ya ha señalado su primer enemigo: la regulación bancaria, que considera el mayor desafío de la
entidad a corto plazo. Según explicó ayer en la junta de accionistas que
celebró el banco, "la regulación cambia constantemente y es distinta en
cada país". Estas declaraciones se producen tras sendas disputas del
Santander con la Reserva Federal –que no aprobó el plan de recapitalización de
su filial en EEUU– y con el BCE, que discrepaba de los cálculos para el
ejercicio europeo que se está llevando a cabo.
Esta resistencia a los cambios regulatorios no es nueva en el caso del Santander. Ya su padre aseguró
que era el momento de frenar el tren regulatorio y valorar y calibrar bien
el impacto de las medidas que ya están en marcha" cuando, tras la crisis
financiera de 2008 y 2009, los países del G20 endurecieron drásticamente los
requisitos de solvencia de las entidades financieras en todo el mundo.
Y es que uno de los mayores afectados por este endurecimiento ha sido
precisamente el primer banco español, al que buena parte de los analistas e
inversores ha criticado en los últimos años por tener unos niveles de capital
demasiado bajos (inferiores a los de sus principales 'pares' internacionales). Asimismo,
ha mantenido una generosísima política de retribución al accionista, y sólo ha
reforzado sus fondos propios mediante ventas de activos y los dividendos
pagados en acciones.
Por otra parte La Fed y el BCE discrepan sobre su solvencia.
No obstante, ahora esta cuestión cobra especial relevancia por las
tribulaciones del Santander con los dos principales bancos centrales del mundo.
En primer lugar, la Fed norteamericana;
aprobó a Santander USA en los test de estrés realizados en ese país la pasada
primavera, pero rechazó sus
planes de gestión de capital y del dividendo por las
"deficiencias generalizadas y significativas que contiene, sobre todo en
algunas áreas, como las de gobierno, los controles internos y la gestión de
riesgos"
En segundo lugar, a la vuelta de las vacaciones el BCE
comunicaba al Santander que había serias discrepancias entre los
cálculos del banco y los del propio supervisor en la revisión de la calidad de los activos (AQR por sus siglas en
inglés) que está realizando de forma paralela a los test de estrés. No es tan
grave como plantear la posibilidad de un suspenso, a diferencia de otras
grandes entidades europeas (como Deutsche Bank), pero ilustra de nuevo el fuerte
impacto que tiene este entorno regulatorio tan exigente en la ciudad financiera
de Boadilla del Monte.
Por último, ayer jueves, la Reserva Federal (Fed)
estadounidense, el banco central, reprobó
a Santander por el pago de un dividendo sin su aprobación, en un momento
en el que el regulador norteamericano aumenta el control sobre cómo gestiona
los riesgos la banca extranjera que opera en Estados Unidos. El banco español
ha acordado contribuir con 21 millones
de dólares para su filial estadounidense para limitar las consecuencias.
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