Dicen los expertos que el empleo es un indicador retrasado, esto
es, que no anticipa tendencias económicas sino que se beneficia, o sufre, sus
consecuencias. Por este motivo, tras una depresión tan profunda como la que
atravesó la economía española, son necesarios varios trimestres de crecimiento
económico para que los empresarios adviertan el cambio y empiecen a contratar.
Mientras tanto, aunque se produzcan picos de producción, la solución será ir
tirando de horas extras.
Cada semana, entre octubre y diciembre, los trabajadores españoles
hicieron 5,86 millones de horas a mayores de sus jornadas ordinarias, según los
datos ofrecidos ayer por la EPA. Son un 18,4 % más que en el mismo período del
año anterior y un 23,4 % más que en el trimestre anterior. Si tenemos en cuenta
que la jornada media en España es de 40 horas semanales, si en vez de pedir
horas extras se hubiese optado por generar nuevos puestos de trabajo, solo en
el último trimestre se podrían haber creado más de 146.500.
Si no se hizo fue, básicamente, porque más de la mitad de las
horas extras salen gratis. Un 57,7 % del total, más de 3.381 horas a la semana
(el equivalente a 84.540 puestos a jornada completa), no se pagaron, con lo que
el volumen de horas no abonadas a los trabajadores se disparó un 28,6 % en solo
un año. Por contra, las que sí se pagan tan solo crecieron un 6,8 %.
El problema
de las horas extra, como muchos más en España, se solucionaría si existieran
más medios de control por parte del estado.
Si se estableciera
un amplio grupo de inspectores de trabajo, se destaparían muchas empresas que
utilizan estas prácticas comúnmente, como por ejemplo la nuestra: Banco
Santander.
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