La revista Forbes
publica en el mes de marzo la lista de los multimillonarios del planeta. Y como
viene ocurriendo año tras año, pero de manera especial desde 2009, se constata
una imagen de opulencia de unos pocos frente a la miseria de miles de millones
de seres humanos. Los datos confirman que se agudiza la existencia de un mundo
roto y dividido donde, por una parte, hay una crisis que incrementa las
desigualdades y el sufrimiento de la inmensa mayoría de las personas; y por
otra, esa misma crisis es aprovechada por las élites económicas para hacerse
más ricas y más poderosas. Esta realidad, aparece reflejada en el nuevo record
de multimillonarios y en el nuevo record de acumulación de la riqueza que
poseen estas personas.
Ante la cifra de 1.645
multimillonarios en el mundo, 219 más que el año pasado y 852 más que en al año
2009. Y ante los 6,4 billones de dólares que acumulan, un billón más que el año
pasado y cuatro billones más que en 2009, surgen muchas preguntas ¿Hasta cuándo
van a aguantar los ciudadanos el sufrimiento, la miseria, la inseguridad, la
pobreza y la desigualdad creciente? ¿Hasta cuándo los más pobres de los países
devastados por la pobreza? ¿Hasta cuando los ciudadanos que hasta hace poco
disfrutaron de bienestar y derechos en sociedades con democracias consolidadas?
¿Hasta cuándo van a transigir los gobiernos? ¿Vivimos en sistemas democráticos
o la oligarquía ha sustituido a la Democracia pero a esas élites les conviene
mantener la ficción democrática con gobiernos súbditos de sus decisiones?
La situación está
llegando a un punto de no retorno, que de no empezar a corregirse
inmediatamente va a generar una gran inestabilidad social, política y económica
que también sufrirán esas elites que se consideran a salvo. El incremento de la
desigualdad puede acabar con todo. Millones de personas en la miseria y cada
vez más trabajadores pobres y en paro. Según la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) el desempleo aumentó en el mundo durante 2013 en cinco millones
de personas a pesar de que la economía mundial comenzó a recuperarse. Hay 202
millones de personas desempleadas, pero los esbirros del poder continúan
demandando quitar derechos laborales y salariales a los trabajadores, aunque
por supuesto no a ellos. Si la tendencia continúa, si no se les para, el
desempleo llegará a 215 millones de seres humanos en 2018.
Los datos son evidentes: 852
multimillonarios más que en el año 2009 versus 62 millones más de desempleados
desde 2008. Entre 1990 y 2010 la desigualdad de ingresos aumentó un 11 por
ciento en los países en desarrollo
¿Dónde están los Estado
que se auto-denominan sociales y democráticos de derecho y aquí sirven? ¿Dónde
está la justicia? Estos datos demuestran el fracaso de la política y de la
democracia ante una elite económica global que, bajo el paraguas del
capitalismo financiero globalizado y ocupando los sillones de las instituciones
donde se toman las decisiones, ya sea el FMI, el Banco Mundial, la Comisión Europea
o los gobiernos nacionales, tiene en la acumulación de la riqueza y el poder en
un número reducido de personas su razón de ser, dejando de lado la equidad.
La desigualdad se incrementa
constantemente en el mundo, aumentan las migraciones y los conflictos dentro de
un malestar que cada vez es más evidente y activo en la sociedad. Se cuestiona
la democracia y sus instituciones, porque para la ciudadanía democracia era
sinónimo de derechos e igualdad. Muchos ciudadanos indignados dicen: ¡Hay que
hacer algo! Y preguntan: ¿Qué?
Movilizarse, participar y
votar es decisivo, imprescindible y crucial, aunque puede no ser suficiente si
el número de ciudadanos que lo hace no es mayoritario. Queda mucho camino por
recorrer en la movilización de la ciudadanía, pero el objetivo de la igualdad y
la dignidad humana es nuestra razón de ser como civilización. Por ese motivo,
hay que dejar claro a los gobiernos, con el voto y con la ley, que las demandas
de bienestar y seguridad vital para la población son la guía de las acciones de
los gobiernos que ellos eligen democráticamente.
Hay que tener siempre
presente que el significado de la democracia ha sido básicamente no tener que
ponerse de rodillas ante nadie, no vivir atemorizado o humillado, poder actuar
y comportarse con dignidad, ser una persona en toda la extensión de las
posibilidades, tener “seguridades” en la vida, no estar forzado a decir a todo
“amén”. En suma, ser un señor y no un siervo.
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