Salen en tromba y con alarde de trompetería los banqueros españoles a lucir balances: el
Santander de Botín ganó 4.370 millones, el doble que en 2012; el BBVA de
González ganó 2.228 millones, el 32,9% más que en 2012; la Caixa de Fainé ganó
503 millones, el doble que en 2012, y el Popular de Ron volvió a beneficios,
con 325 millones. Lo políticamente correcto sería felicitarnos por estos
resultados, pero el sentido común nos pide hacernos la gran pregunta:
¿alegrarnos, por qué? Que la banca se sanee debería ser síntoma de que la
economía real despega, pero volvemos a lo de siempre: empresas y familias no
notan mejora alguna y soportan con estoicismo que el grifo del crédito siga
atascado. Insistimos, ¿alegrarnos, por qué? ¿Porque Botín nos dice que el
cambio de ciclo económico en España "es clarísimo" (sic), para
advertirnos, acto seguido, de que "las secuelas de la crisis tardarán en
desaparecer"? ¡Claro que tardarán, don Emilio, con esa política que
practican ustedes de ande yo caliente...! Una vez más, ¿alegrarnos, por qué?
¿Porque los suicidios se dispararon en 2012 un 11%, la mayor cifra en los
últimos ocho años? Alguien puede preguntar qué tiene que ver esta tragedia con
los bancos. Tiene que ver, clarísimamente, con la Gran Recesión, con los
zarpazos de la peor crisis y, tal vez, con la cicatería de las entidades
financieras a la hora de prestar dinero, con su goteo cruel de desahucios a
ciudadanos desesperados. Consideran los psiquiatras que es atrevido señalar una
relación de causa-efecto entre la crisis económica y el aumento de suicidios
-3.539 en 2012-, y que la tasa del 7,6% no es alarmante. Quizás, pero la
sociedad mira hacia la banca muchas veces cuando alguien se quita la vida, ya
la principal causa de muerte no natural, por encima de los accidentes de
tráfico. Por eso nos cuesta encontrar razones para alegrarnos de sus buenos
balances de resultados. Ni siquiera nos sirve ya el argumento de que si a los
banqueros les va mal, al país le irá peor. El ejemplo de Islandia nos demuestra
que existen otras vías para conseguir que haya brotes verdes. La helada isla
del norte dejó caer a sus financieras, encarceló a banqueros y políticos
corruptos, y creció en 2012 el triple que la Unión Europea. No somos Islandia,
pero creemos que ha llegado la hora de ganar todos, no solo Botín, González,
Fainé y Ron. Si no, mal asunto.
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