El Banco de España admite la falta de transparencia en la comercialización de
productos financieros y pide simplificar el lenguaje de los instrumentos
bancarios para que no sea engañoso ni confuso.
El subgobernador del supervisor, Javier Alonso, cree que es necesario empezar por priorizar
la sencillez y la veracidad en toda comunicación con los clientes, algo que
implica mejorar el lenguaje utilizado. Los nombres y descripciones de los
productos bancarios no deben ser confusos respecto a sus características de
rentabilidad y riesgo, ni ser utilizados como herramienta comercial engañosa,
ha pedido a las entidades.
Debe evitarse, por tanto, el uso
de términos que ofrezcan una falsa sensación de seguridad en cuanto a la percepción
de una renta o interés y ha asegurado que los supervisores trabajan en el
impulso de la educación financiera y en la protección del consumidor, pero
todavía se requieren mayores esfuerzos para asegurar que el cliente bancario,
principal activo de la entidad, es capaz de comprender las
condiciones de la operación en cuestión (las cláusulas de los
contratos, los precios de los servicios que se prestan, etc).
En este sentido, considera que debe
extremarse el celo en facilitar una adecuada información precontractual, al
tiempo que debe erradicarse la venta de productos a clientes cuyo perfil no es
apto para comprarlos.
Alonso es consciente de que la crisis bancaria ha dejado un poso de desconfianza en el público sobre las entidades. Y reconoce que algunas estrategias seguidas han podido desplazar a los clientes del rol central que tradicionalmente habían tenido. Por ejemplo, en los esquemas de incentivos basados, quizás en exceso, en el crecimiento del negocio más que en la fidelización del cliente y la falta de buenas prácticas en la comercialización de servicios y productos bancarios.
Alonso es consciente de que la crisis bancaria ha dejado un poso de desconfianza en el público sobre las entidades. Y reconoce que algunas estrategias seguidas han podido desplazar a los clientes del rol central que tradicionalmente habían tenido. Por ejemplo, en los esquemas de incentivos basados, quizás en exceso, en el crecimiento del negocio más que en la fidelización del cliente y la falta de buenas prácticas en la comercialización de servicios y productos bancarios.
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