sábado, 23 de julio de 2016

Lavarse las manos, también en el trabajo, previene enfermedades

El lavado de manos es un hábito que aprendemos desde niños y se convierte en una práctica habitual, casi mecánica, antes de cocinar, comer o después de ir al baño. Pero, ¿es suficiente?
En el mundo occidental se acostumbra a estrechar las manos como saludo, a taparse la boca con las manos cuando se estornuda y, además, manejamos con ellas dinero y productos, o nos agarramos en el metro o el autobús en el mismo sitio que lo hacen miles de personas cada día.
Si tenemos en cuenta que las manos nos ponen en contacto con las personas, animales y cosas que nos rodean, y que, por ello, son un transmisor natural de gérmenes, llegaremos a la conclusión de que debemos poner más atención al hábito de echarse jabón, frotar, aclarar y secar.
Debido a la cantidad de objetos que tocamos cada día -dinero, picaportes, interruptores, teclado del ordenador, barandillas o el volante del coche- entramos en contacto con caldos de cultivo de bacterias. Esto hace necesario que nos lavemos las manos también siempre que lleguemos a nuestro centro de trabajo y antes y después de las reuniones. De este modo, reduciremos las posibilidades de contagio.
Tomar medidas de prevención para evitar infecciones es preferible a caer enfermo y tener que recibir tratamiento. En época de resfriados o en el verano que se pasa más tiempo fuera de casa, todos deberíamos hacer un esfuerzo para ser tan higiénicos como fuera posible.

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