El proceso de digitalización ha puesto
al descubierto, una vez más, las vergüenzas de una falta de planificación y
previsión alarmantes.
Los mensajes de un nuevo modelo basado
en la justicia, en la personalización y en la sencillez, carecen de
credibilidad ante la tozuda realidad.
Han pasado más de cinco años, pero
quedan apenas quince días para cumplir con un requisito legal que obliga a las
Entidades Bancarias a tener digitalizados los documentos de identidad de los
clientes y, en la mejor versión de la secular esencia de la España rancia y
caduca, tenemos que estar a última hora y en el último momento llevando a cabo una
tarea que, con una planificación y una previsión adecuada ya debería estar hecha.
Sólo recordar qué pasó con la
implantación del SEPA. Ni siquiera el mismo día de su entrada en vigor,
teníamos los programas, los conocimientos y la preparación suficiente para
afrontar el cambio, tras 5 años de espera. Los clientes enfadados, los subdirectores
y gestores de empresa, sin saber qué decir. Los teléfonos de apoyo
desconectados o sin respuesta, posiblemente porque estaban “echando humo”.
Y qué decir del proceso de integración,
tan reciente y aún sin concluir. Ahora se cierra una oficina, ahora no; ahora
se integra una plantilla, ahora se trasladan. En alguna llegan a situarse
tantos empleados que no hay sillas para todos, mientras en otra faltan casi todos
y no se puede abrir. O como el caso de alguna oficina con 5 operativos y un
solo apoderado. Todo con la advertencia de que éramos una red muy similar ¡pues
menos mal, oiga!.
Esta nueva absoluta y desastrosa
gestión, está provocando un caos organizativo, un colapso en las sucursales y
una imagen nefasta entre los clientes, todo ello muy alejado de la calidad que
pretendemos vender con eslóganes, mensajes y visitas.
Sin embargo, lo peor, como siempre, es
la repercusión que esta situación está teniendo para el conjunto de los
trabajadores. Las presiones, amenazas e imposiciones para hacer en quince días
lo que no se ha hecho en cinco años, está generando un clima laboral asfixiante,
que se suma a la de por sí ya, caótica situación en la que están las
plantillas.
Hagamos una cosa, en vez de gente
exigiendo resultados, más gente buscando a los clientes más remolones. Una
buena campaña de información a nuestros clientes. Y más dotación en las
oficinas. Entonces, sí pueden y deben exigirse cumplimientos.
Desde UGT consideramos que ha llegado
el momento de pasar de las palabras a los hechos y apelamos a todas las fuerzas
sindicales a unirnos y plantear en la próxima reunión de la Mesa de Empleo, a
celebrar el día 16 de abril, una propuesta sobre la situación de las plantillas
que garantice un clima laboral acorde con los mensajes y la voluntad esgrimida
por la Presidenta.
Todo lo demás es palabrería que resulta
vana, injusta y falta de total credibilidad.
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