viernes, 2 de enero de 2015

La Salud de la plantilla, un problema de todo el sector financiero


"Posteamos" en este blog una carta, dramática pero real, publicada por los compañeros de UGT en Caja España - Caja Duero del Grupo Unicaja. Describe situaciones que no nos son ajenas en Banco Santander ni en otras entidades financieras. El problema que plantea es de todo nuestro sector.Al final, lo que queda claro, indistintamente de logos y empresas, es que, estamos en manos de auténticos desalmados que juegan con nosotros, con nuestro tiempo libre, con el de nuestras familias, con nuestra salud, con todo lo que les viene en gana. Y lo peor es que deterioran aspectos de nuestras personas y disponen de cosas que no tienen repuesto: nuestra Salud y nuestra estabilidad Personal y Familiar.  Si a nuestros superiores les da igual no cumplir con sus obligaciones personales y familiares, a nosotros no nos debería dar lo mismo. De lo contrario, a buen seguro, y a no mucho tardar lo pagaremos con salud y con situaciones familiares rotas.

La siguiente carta va dirigida especialmente a directivos, miembros del Consejo de Administración de Caja España - Caja Duero y de Unicaja,   pero seguramente muchos nos vamos a ver reflejados de alguna forma en ella:
«Sí, estoy en tratamiento. He iniciado un tratamiento psiquiátrico. Al principio fui a medicina general porque estaba agotada, luego al psicólogo y, de él, al psiquiatra, y a partir de aquí la medicación. Nerviosa por todo, agobiada por los problemas. Eran ya muchas noches sin dormir, sin comer. Lo mismo me daba la risa floja que terminaba en el cuarto de baño contra la pared llorando, y al final sentada en el suelo en un mar de lágrimas. La lucha entre sufrir o vivir: vivir anestesiada, o con los nervios a flor de piel y con el corazón a cien en el pecho. En medio, sufrí un par de ataques de ansiedad. Sin poder respirar y con el corazón en la boca pedía ayuda a mi marido, que me miraba atónito. ¡Pobre, nunca podía pensar que la presión pudiera llegar a  asfixiarme literalmente! 
No puedo decir mi nombre. No puedo comentar que llevo un  año en tratamiento. Tengo que seguir adelante: a mi empresa no le importa como esté, sólo que soporte la presión, si yo no aguanto el ritmo van a prescindir de mí. Solo quieren más productos contratados, más horas infructuosas trabajadas, conseguir más operaciones; en un continuo ir y venir de jefes que no dan soluciones, que un día piden una cosa y al siguiente la contraria, que nos inundan en correos, pero si no continúo puedo ser yo la próxima despedida a dedo. 
Mi trabajo se ha convertido en un infierno, no veo que tenga delante ningún desarrollo profesional, ninguna posibilidad de mejorar. Acepté la reducción de mi salario para que el número de despidos fuera menor, pero sigo teniendo miedo de perder lo que tengo: un puesto de trabajo. Cada vez que despedían a uno de mis compañeros lo sentía mucho por ellos, pero me sentía aliviada porque había esquivado otra bala. 
Tengo pendientes dos juicios, uno de ellos como testigo, en los que no sé muy bien qué voy a decir, se me encoge el estómago cada vez que lo pienso. Me pide el cuerpo declarar contra mi empresa, que me presionó para vender Preferentes, que vendí a mi propia familia. 
Afortunadamente me decidí por ir al médico, porque en ese camino he visto como otros compañeros caían en una fuerte depresión. Y lo peor: se han convertido a los ojos de los demás en muñecos rotos, cuando ha sido esta empresa quien los ha exprimido hasta que ya no daban ni una gota más de trabajo. Se rompen los más responsables, los más comprometidos con su trabajo, los que más aprecian el trabajo bien hecho, y no saben decir “que no” a jefes incompetentes, que no ven el problema que tienen ante las narices. 
No quiero aparecer a los ojos de los demás como alguien débil, que no tiene  la fortaleza suficiente. Me siento culpable por no poder con el trabajo…..»
Cuando te rompes lo peor no es que ya no le sirvas a tu empresa, lo peor es que no le sirves a tu familia. No somos números, somos personas. 
La empresa requiere una normalización inmediata, como corresponde a un grupo financiero solvente, para que estos casos dejen de repetirse, para que su principal activo –los trabajadores- sintamos, más allá de los discursos, que  “de verdad” somos apreciados y valorados.

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