El gobierno chipriota y la Unión
Europea decidieron de forma bilateral que la mejor manera de salvar a los
bancos de ese país no era otra que confiscar una parte de los ahorros de sus
ciudadanos. La historia es bien conocida: los ciudadanos, aquellos que han
tenido capacidad de ahorro, serán los
encargados de pagar los platos rotos de políticos y banqueros.
Por primera vez
en la historia de los rescates en la Unión Europea, tras los de Grecia,
Portugal, Irlanda y, por qué no decirlo, España, el modo de proceder de los
hombres de negro ha cambiado por completo. Se ha traspasado una línea roja que
debería despertar en todos nosotros un estado de crispación y preocupación: los
depósitos dentro de la Unión Europea ya no están a salvo. El pánico entre los ahorradores de ese país es lógico y ya por la mañana se
dieron largas colas para
retirar el dinero de los bancos. La desconfianza en el sistema financiero
chipriota es absoluta y sienta un precedente bastante preocupante en la UE. Nos hicieron creer que el dinero
de los depositantes no se tocaría jamás y
sin embargo se ha consumado el atraco.
Los habitantes
de Chipre se acostaron creyendo que tenían su dinero a buen recaudo y al
despertar han comprobado como a través de un impuesto confiscatorio, una parte
de sus ahorros se ha esfumado por arte de magia. Como medida compensatoria se les entregará una cantidad
equivalente de acciones de bancos del país, que ya nos dirán para qué las quieren.
Y no, sus opiniones no cuentan. Esto es así porque Bruselas y el gobierno de
Chipre así lo han acordado. Vamos, un robo.
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