Durante
mucho tiempo el tener un trabajo remunerado se identificaba con un nivel
económico suficiente como para poder subsistir con cierta holgura, incluso
tener un empleo se percibía como un medio que permitía mantener sin problemas y
de forma estable a la familia. Sin embargo, en los últimos tiempos se están
produciendo cambios de calado que comienzan a poner en duda tal presunción,
empezando a detectarse que se puede salir del paro sin dejar de ser pobre. Está
apareciendo un volumen importante de personas que perciben salarios bastante
reducidos, de modo que se comienza a utilizar para ellos el calificativo de
“trabajadores pobres”. Suelen considerarse pobres aquellos que tienen ingresos
inferiores al sesenta por ciento de la mediana de ingresos. Pero probablemente
lo más impactante es el dato, recientemente publicado por la Encuesta de costes
laborales del Instituto Nacional de Estadística, conforme al cual en los
últimos diez años se ha duplicado el número de trabajadores que perciben
globalmente cantidades inferiores al salario mínimo, siendo éstos ya más del
millón y medio. Según la Unión Europea, España supera ya la cifra del 12 %
entre quienes a pesar de tener trabajo viven por debajo de los umbrales de pobreza,
siendo muy llamativo que seamos el tercer país con cifras tan elevadas, sólo
precedidos por Rumanía y Grecia.
Las
alarmas pueden saltar cuando se comprueba que ello se debe a cambios
estructurales, de modo que estos trabajadores pobres pueden ser no solamente un
efecto más de la aguda crisis económica que hemos estado viviendo hasta tiempo
muy reciente. Por tanto, no se trata de una circunstancia meramente coyuntural,
sino un fenómeno que se va enquistando en el mercado de trabajo, provocando
situaciones poco compatibles con el modelo social al que se supone aspiramos,
olvidando que nuestro texto constitucional reconoce a todos el derecho a una
remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia.
Especialmente grave sería que la condición de trabajador pobre no fuese por un
periodo temporal más o menos reducido, que se supera conforme estos
trabajadores se consolidan en sus empleos, sino que puedan quedar atrapados en
esa situación de pobreza, con riesgos evidentes de exclusión social.
Las recetas no son fáciles para afrontar un problema de tal envergadura y complejidad, pero desde luego quienes no aciertan son aquellos que a fecha de hoy siguen reclamando profundizar en la devaluación salarial de las capas inferiores y el fomento de un trabajo a tiempo parcial involuntariamente realizado por quien no encuentra otra alternativa. Ello lo único que provoca es la potenciación de una salida de la crisis por medio de la creación de puestos de muy bajo nivel, que al menor contratiempo ocasiona la inmediata destrucción de un empleo volátil, todo lo contrario a lo que se supone debe ser una economía más productiva y competitiva sobre la base de la innovación.
Las recetas no son fáciles para afrontar un problema de tal envergadura y complejidad, pero desde luego quienes no aciertan son aquellos que a fecha de hoy siguen reclamando profundizar en la devaluación salarial de las capas inferiores y el fomento de un trabajo a tiempo parcial involuntariamente realizado por quien no encuentra otra alternativa. Ello lo único que provoca es la potenciación de una salida de la crisis por medio de la creación de puestos de muy bajo nivel, que al menor contratiempo ocasiona la inmediata destrucción de un empleo volátil, todo lo contrario a lo que se supone debe ser una economía más productiva y competitiva sobre la base de la innovación.
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