El 14-D fue, sin duda, la gran Huelga General de la
democracia; un paro secundado por más de 8 millones de trabajadores, el 90% de
la población activa. En aquella jornada ya estaba el germen de lo que hoy se
reivindica en la calle: más democracia, más participación, más
derechos sociales, más justicia, más solidaridad.
El 14-D de 1988 fue
más que un día de lucha. Fue una huelga total que paralizó España y una gran
movilización democrática.
El 14-D es una de esas
jornadas que todo el mundo que lucha recuerda y atesora como una de las grandes
experiencias históricas del movimiento obrero. Y en tanto que experiencia
histórica merece ser trasmitida a las nuevas generaciones.
El 14-D, a fin de cuentas,
forma parte destacada del patrimonio cultural del trabajo.
Pero la huelga no fue fácil.
Hubo una intensa campaña antihuelga, fuertes ataques a los sindicatos. Ya en
aquellos tiempos. Además como algo recurrente, se hablaba de subvenciones, de
que los sindicatos eran dinosaurios del pasado…
Son efectivamente argumentos
que se han ido repitiendo a lo largo de los años y de las movilizaciones
impulsadas por los sindicatos. No obstante, cierto es que estas campañas en la
actualidad están aderezadas de mucha basura y de un objetivo que no es otro que
diezmar el poder contractual de los sindicatos, su propio debilitamiento y legitimidad.
Un intento que, de fructificar, produciría un grave cercenamiento de la
democracia, junto a un retroceso histórico del conjunto de los trabajadores y
trabajadoras.
Pero frente a aquella
insidiosa campaña, el 14-D estuvieron los centros de trabajo movilizados y
decenas de miles de representantes sindicales -que en mi opinión es la más
importante red de solidaridad que existe en nuestro país-, constituyéndose en
Comités de Huelga en sus empresas, negociando mínimos, desplegando una
amplísima campaña informativa, a través de encuentros y asambleas. En suma,
organizando la movilización.
El 14-D fue una huelga con
claras reivindicaciones sindicales, en la que se insistía, entre otras
cuestiones, en la
retirada del contrato de inserción para jóvenes y la puesta en marcha de un
plan general de empleo. La recuperación de, al menos, dos puntos de la pérdida
de poder adquisitivo, provocada por la desviación de la inflación en 1988. El
incremento de la cobertura por desempleo. La equiparación de las pensiones mínimas
al salario mínimo interprofesional, la protección social y el Derecho pleno de
Negociación Colectiva de los funcionarios.
El 14-D fue, sin duda, la
gran Huelga General de la democracia; un paro secundado por más de 8 millones
de trabajadores, el 90% de la población activa. En aquella jornada ya estaba el
germen de lo que hoy se reivindica en la calle: más democracia, más participación, más derechos sociales, más
justicia, más solidaridad.
Aquella jornada supuso un
punto de inflexión en materia de derechos económicos y sociales y también para
el movimiento sindical. Resultó asimismo decisiva para el inicio de un giro
social en nuestro país, tal y como demandaban los sindicatos. Así se abrieron
paso los primeros acuerdos sociales en el ámbito de las Comunidades Autónomas,
generando nuevos espacios de diálogo social y mejorando la calidad de vida de
las personas. Fueron pues, los primeros frutos de la huelga general. Hoy
conviene recordar que aquellos avances sociales no fueron sino el resultado de
la movilización y de la acción común de los sindicatos.
El sindicato, que había
jugado un papel esencial en la lucha contra la dictadura y por la libertad,
demostró ser un protagonista principalísimo en la democracia, en tanto que
pilar fundamental del Estado Social y Democrático de Derecho que es
precisamente el que consagra la Constitución de 1978 tantas veces invocada.
Si ahora recordamos estas
cuestiones al rememorar el 14-D es porque el Estado Social y Democrático de
Derecho está en cuestión. Y ello debido a las políticas de austeridad que dañan
al 99 por ciento de la ciudadanía, con los recortes sociales, un masivo
desempleo y el incremento de las desigualdades y de la pobreza en nuestro país.
Más aún, la gestión autoritaria de esas políticas sociales también está
erosionando gravemente los derechos democráticos y las libertades.
La evocación del 14-D y de
sus consecuencias positivas en materia de derechos no puede dejar de lado la
reivindicación misma del sindicato. Porque fue el sindicato, con mayúsculas, con
su presencia el que hizo posible aquél proceso que combinó la movilización y la
negociación.
En consecuencia, el 14-D, 25
años después nos indica que son tiempos en los que hay que ampliar la
intervención del sindicalismo en la lucha por los intereses y los derechos de
los trabajadores y las trabajadoras. Porque sabemos que defendiendo y ampliando
los derechos del trabajo, defendemos y ampliamos también los derechos de
ciudadanía en su conjunto, al igual que sabemos que la única lucha perdida
es la que no se libra.
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